Educando y transformando

La educación y la transformación son conceptos inseparables: uno da vida al otro. A lo largo de la historia, hemos comprendido que donde hay transformación, hay movimiento, y ese movimiento nace de la motivación. Sin motivación no hay enseñanza significativa, y del mismo modo, enseñar es también un acto de motivar.

En mi camino como formadora, he descubierto que educar va mucho más allá de transmitir conocimientos. Se trata de compartir ideas, emociones y visiones que perduran. La educación no solo se transforma con el tiempo; también tiene el poder de transformar a quienes participan en ella. Es una fuerza viva que moldea conciencias, despierta pasiones y da sentido a la experiencia humana.

El deseo profundo de saber nos ha impulsado, generación tras generación, a buscar el conocimiento a través de diversos medios. Y a menudo, lo compartimos movidos por nuestras vivencias previas. Sin embargo, en muchos momentos, la enseñanza ha perdido su profundidad, reduciéndose a algo pasajero. Por ello, surge en mí la necesidad constante de encontrar las herramientas adecuadas que permitan que la educación se convierta en un eje de transformación duradera. Una educación que permanezca, que evolucione y que se herede con valor entre generaciones.

Desde los primeros tiempos, la educación nació para cubrir necesidades esenciales. En el núcleo familiar, los saberes se compartían de manera empírica, y se enseñaban para la supervivencia y el desarrollo del entorno inmediato. Con el tiempo, surgió la necesidad de formalizar la enseñanza, especialmente con fines políticos y de organización social.

Hoy, cuando hablamos de transformación educativa, el entorno nos ofrece un llamado urgente a la conciencia: una conciencia activa, reflexiva e interactiva. Nos exige identificar lo que realmente somos y reconocer que la incertidumbre no debe conducirnos al miedo, sino al crecimiento. En un contexto global cada vez más complejo, educar implica acompañar a otros en la evolución del pensamiento, el fortalecimiento emocional y la búsqueda de trascendencia.

Lamentablemente, también observamos síntomas de despersonalización: nos convertimos en entes que actúan por inercia, perdiendo el rumbo y la motivación para crecer. Por ello, necesitamos retomar la esencia de la educación como una vía para reconectar con lo humano, con lo sensible, con lo auténtico.

En el aula, la motivación se vuelve un motor esencial. Fomentar la tolerancia a la frustración, el manejo de las emociones y la apertura a la experiencia es tan importante como los contenidos mismos. Educar es formar personas, no solo mentes. Es dejar huella en cada encuentro, en cada palabra, en cada silencio compartido.

Educar para transformar no es una tarea sencilla, pero sí profundamente significativa. Es apostar por un presente con sentido y un futuro con esperanza.

Rosalina Camacho Zárate

COO & Founder

The Commit Consulteam

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